La red, desde sus inicios en el año 0 (1993), es un amasijo de contradicciones que abarca el mundo entero. Desde cierto punto de vista, fue un patio de juegos deshumanizador en el que personas impacientes se distrajeron del mundo real con disputas banales, juegos sin sentido y cámaras de eco casi anónimas en las que las verdades, las mentiras y todo lo que se generó entre ambas cosas se ha desdibujado, hasta convertirse en abrumadoras masas de información.
El desafío está en diseñar una red que no solo permita la creación y difusión de contenido, sino que también garantice un ciclo de reciprocidad. Modelos basados en micropagos, licencias justas, estructuras de participación con beneficios o incluso el uso de blockchain para certificar la autoría y el uso del contenido podrían ser algunas soluciones.
La red de hoy, conocida como Internet es el dominio de los GOD's (Grandes Ordenadores Digitales), embaucadores de los cruces de caminos. Convertida en una encrucijada de átomos y bits, La red, sus operadores y usuarios están inmersos en la tecnología, fe abstracta y matemáticas puras; proporcionándoles un tecnotemplos (sitios, RR.SS. programas) para profanaciones sagradas. Es el mercado de los sueños y la letrina de nuestra imaginación colectiva levantada con armas, abastecida con datos, infundida de justa furia y cementada con pornografía. Así, los adeptos virtuales de hoy en día alban a un GOD en la semejanza del influenciador.